Querer abrazar un cuerpo pequeño me parece cosa de hombres,
pero los hombres no lloran
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.
Querer salir corriendo a cobijarse en un abrazo me parece cosa de niños,
pero los niños no razonan
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.
Querer pasar el tiempo junto a alguien que no cubre tus necesidades me parece cosa de masoquistas,
pero los masoquistas no aman
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.
Y a veces creo que no soy más que una máquina autodestructiva y descorazonada,
descreída e infantil, que se oxida cuando llora, que piensa demasiado
y que sigue creyendo, a pesar de todo,
(tal vez debido a todo)
que los hombres no se enamoran,
y que el azúcar engorda.
pero los hombres no lloran
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.
Querer salir corriendo a cobijarse en un abrazo me parece cosa de niños,
pero los niños no razonan
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.
Querer pasar el tiempo junto a alguien que no cubre tus necesidades me parece cosa de masoquistas,
pero los masoquistas no aman
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.
Y a veces creo que no soy más que una máquina autodestructiva y descorazonada,
descreída e infantil, que se oxida cuando llora, que piensa demasiado
y que sigue creyendo, a pesar de todo,
(tal vez debido a todo)
que los hombres no se enamoran,
y que el azúcar engorda.
3 comentarios:
Por eso los robots no lloran porque se oxidan.
Por eso los hombres nunca lloran (los malos, los heteros) porque son robots emocionales, y los robots no lloran porque se oxidan
Qué chulo.
No estoy de acuerdo con tu poema.
Menos en la parte de que los hombres no se enamoran y que el azúcar engorda.
Eso es tristemente cierto.
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