martes, 6 de octubre de 2009

Óxido

Querer abrazar un cuerpo pequeño me parece cosa de hombres,
pero los hombres no lloran
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.

Querer salir corriendo a cobijarse en un abrazo me parece cosa de niños,
pero los niños no razonan
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.

Querer pasar el tiempo junto a alguien que no cubre tus necesidades me parece cosa de masoquistas,
pero los masoquistas no aman
y si lo hacen, desde luego, no lo hacen como yo.

Y a veces creo que no soy más que una máquina autodestructiva y descorazonada,
descreída e infantil, que se oxida cuando llora, que piensa demasiado
y que sigue creyendo, a pesar de todo,
(tal vez debido a todo)
que los hombres no se enamoran,
y que el azúcar engorda.

3 comentarios:

Universos infinitos dijo...

Por eso los robots no lloran porque se oxidan.
Por eso los hombres nunca lloran (los malos, los heteros) porque son robots emocionales, y los robots no lloran porque se oxidan

Titoíto dijo...

Qué chulo.

Emilienko dijo...

No estoy de acuerdo con tu poema.

Menos en la parte de que los hombres no se enamoran y que el azúcar engorda.

Eso es tristemente cierto.